lunes, 1 de abril de 2013

Mi décimo pensamiento. "Palabra de maestro II"

Retomando nuevamente el libro de Carlos González, me gustaría que leyerais lo que dice uno de sus personajes, Don José Luis, el maestro, a la pregunta de qué hay que tener en cuenta para ser un buen maestro:

Don José Luis, ¿qué requisitos son necesarios para ser un buen maestro?- pregunta TT, con sincera curiosidad, y tal vez, con el grato recuerdo de algún profesor en su corazón.

- Desde mi ahora, veo cinco ingredientes fundamentales en mi receta del maestro integral:

En primer lugar, amarse a sí mismo. No se puede ayudar a otro incondicionalmente sin haber conquistado esta necesidad interior. Tenderíamos, sin ser conscientes de ello, a utilizar al otro para que hiciese la conquista por nosotros; el “victimismo” sería una tentación constante, y tarde o temprano, sentiríamos el mordisco de la decepción, al no poder darnos la otra persona lo que le demandamos.

Segundo: Amar a la vida sin reservas. ¿Cómo puedo preparar para la vida si no la quiero...?.
Sentirla como un misterio a desvelar, como una oportunidad para crear, como un camino hacia el corazón del otro, como un espejo de mi propia belleza interior...

Tercero: Amar también sin reservas a la persona que pretendemos enseñar.

Cuarto: Provocarla. Este paso es imprescindible si queremos ser matrona de los potenciales que encierra el educando – dice esto clavando su mirada en Verchia y sonriéndole.

Quinto: Es el ingrediente que permite integrar todo lo anterior, se llama confianza. Esta es la base de la amistad junto con el amor. Un verdadero maestro, es amigo, en su sentido más profundo, de su alumno. Algunos compañeros tienen pavor a emplear esta palabra en el contexto educativo. Para mí, si no se atraviesa este puente, habrá siempre una zanja que impedirá una educación radical, en el sentido bello de la palabra. Este pensamiento camina a la par con la idea de que no se puede enseñar, si a la vez, no se está aprendiendo; lo cual implica ver al educando también como educador, y por lo tanto, como un igual. La amistad puede tomar infinitas expresiones, siempre habrá algunas, que lejos de menoscabar la autoridad del profesor, la reafirme. (p. 7)

Pues bien, todo queda dicho, el aprendizaje se reduce al amor, al amor por los demás y a la confianza que depositamos en los otros y en nosotros mismos. Queriéndonos, queriendo lo que somos, queriendo lo que sabemos, y dando todo por ello, nos convertimos en cómplices del aprendizaje de los otros, en camino y guía de nuestra realidad.

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